Mi amigo, Mario Benedetti

Y me tomo el atrevimiento de decirle así, porque así yo lo consideraba.

Les voy a contar una historia de como conocí a Mario… en la casa donde nací, había una biblioteca hermosa, con estantes que llegaban hasta el techo. Esa casa fue comprada por mis abuelos un par de años antes del golpe de Estado y debido a que en mi familia eran apasionados por la lectura, los estantes de aquella biblioteca se poblaron rápido. Libro va, libro viene, los estantes mejor ubicados sirvieron de cobijo a una preciosa colección de Vaz Ferreira editada por el Poder Legislativo, a una Historia de la Revolución Francesa con la que aprendí sobre girondinos y jacobinos, izquierdas y derechas, y bueno, a varias enciclopedias, y a unas cuantas buenas novelas. Por el contrario los 2 estantes mas altos fueron dando asilo a aquellos libros que no tenían tapa, a otros de escaso valor literario pero que daba pena tirar, y con la llegada de los militares al poder, aquellos estantes alojaron también,algunos libros que mi abuela se resistió a enterrar o a quemar…

Así como pasaban los años yo fuí creciendo y poco a poco fui devorando todos los volúmenes que estaban a mi alcance. Claro, algunos los leía y otros simplemente los descartaba para años posteriores ya que aún era chico y muchas cosas no lograba entenderlas o no me interesaban… y así como crecí en edad crecí en altura y mi espectro de lectura fue ampliándose. Un día cualquiera y con la ayuda de una silla y la complicidad de la ausencia de mayores en la casa, llegué hasta aquellos estantes que me estaban vedados de palabra y físicamente. Entre aquellos libros moribundos, amarillentos, me encontré con uno sin tapas, manchado de agua, medio finito, medio deshojado, pero que me conquistó con su «Táctica y Estrategia» y otros hermosos poemas que para mis escasos 10 u 11 años igual eran muy sencillos de comprender. Ese libro pasó a formar parte de mis más queridas propiedades.

Otro día cualquiera, algunos años después, me enteré que el autor de «Poemas de Otros» era de un tal Mario Benedetti, que era uruguayo como yo, y que estaba en no sé que país, exiliado como mi abuelo, y otro día cualquiera me enteré que ese libro era de un compañero de mi abuelo, que había muerto en un enfrentamiento y que alguien -quizás mi abuelo- lo había recogido de la cuneta o el cordón de la vereda donde quedó tirado.

Aquel combatiente llevaba aquel libro de poemas -mayormente de amores y desamores- siempre consigo, quizás haciéndole caso al Che, endureciéndose y aun así, sin perder la ternura…

Y la historia de aquel libro es mucho más larga, aquel libro de Mario, luego de haberme reclutado para su causa, continuó su militancia de amor y esperanza en otras manos, pero no viene al caso contarlo ahora.

Es una pequeña anécdota, muy simple, sobre como Mario Benedetti se metió en mi vida para siempre, primero con su poesía, sencilla, franca, sincera, comprometida y luego con toda su obra, y la quería compartir y usar como modestísimo homenaje a nuestro Mario querido, que nos dejó físicamente y marchó rumbo a esa eternidad en la que no creía.

[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]»…donde estés[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]si es que estás[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]si estás llegando[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]será una pena que no exista Dios[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]pero habrá otros[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]claro que habrá otros[/SIZE][/FONT]
[FONT=Courier New,Courier][SIZE=-1]dignos de recibirte[/SIZE][/FONT] …»

Hasta siempre Mario!